Que el lenguaje configura el pensamiento y viceversa es un hecho ya demostrado en varias ocasiones. ¿Y cómo afecta el pensamiento a nuestros actos? Quizás también el lenguaje esté relacionado con lo que hacemos.
El debate sigue muy ardiente cuando del uso del genérico masculino en el lenguaje castellano se trata. Existen multitud de mensajes y denuncias en redes para reivindicar un lenguaje más inclusivo. Pero también existe todo un movimiento en contra de éste. En estos últimos casi siempre se dice "así es nuestro lenguaje". Pero, ¿por qué es así el lenguaje? ¿cuándo se ha configurado de ese modo? ¿por qué en otras lenguas no existe la utilización de uno de los géneros para denominar a ambos? ¿y por qué en la nuestra nos negamos a evolucionar este concepto?
Existen cerca de 7000 lenguas en todo el mundo con sus diferentes estructuras, vocabularios, expresiones, géneros y decisiones sobre su utilización. Y la pregunta que hemos de hacernos es, ¿esto moldea nuestra forma de pensar y, por tanto también, de actuar? De acuerdo a las ciencias del conocimiento la respuesta es sí. Ya hace bastante tiempo que varios teóricos y teóricas del lenguaje concluyeron que no puede separarse éste del pensamiento. ¿Pensamos como hablamos o hablamos como pensamos? Parece que existe bastante evidencia acerca de que el lenguaje moldea el pensamiento y, si tenemos en cuenta que el pensamiento se relaciona con nuestro modo de entender el mundo y actuar, ¿no merecería la pena modificar el lenguaje también si buscamos un mundo más equitativo y justo?
Lera Bodoritsky (2017) nos ilustra de manera contundente este debate. En el vídeo que comparto a continuación nos explica cómo se configura el pensamiento a partir del lenguaje que utilizamos en las diferentes culturas alrededor del mundo.
Ted Women. Lera Bodoritsky. Cómo la lengua moldea nuestra forma de pensar.
Interesante ¿verdad? Siguiendo con la teoría propuesta por Lera es imprescindible que hagamos la reflexión sobre cómo está afectando el uso del género masculino para denominar a ambos. Si realmente buscamos la igualdad también hemos de hacerlo, o quizás en primer lugar, con el lenguaje. Existen multitud de fórmulas para utilizar el lenguaje castellano de una manera inclusiva. Todavía me sigo encontrando en las formaciones que imparto cómo ellos se sienten excluidos si, aún siendo minoría, se habla en femenino. ¿Por qué sucede que ellos se sienten excluidos y nosotras no nos hayamos sentido así toda la vida? Hemos asumido que lo masculino es lo general, nuestro modo de hablar ha configurado también nuestra forma de pensar y, por ende, de actuar.
"Las palabras se engarzan como cerezas en nuestra mente y prefiguran muchas de nuestras ideas. En el fondo, y como decía Heidegger, no somos nosotros quienes hablamos a través del lenguaje sino el lenguaje el que habla a través de nosotros"
A. García Meseguer
El lenguaje se configura a lo largo de nuestra existencia, nuestra historia. Y ya sabemos que esa historia y existencia ha sido eminentemente androcéntrica. Las mujeres no han formado parte del escenario público y, por tanto, no hacía falta representarlas al utilizar el lenguaje. Y es que la historia demuestra que casi todas las áreas de conocimiento ponen al hombre (masculino) en el centro de todas las cosas, pero no a la mujer. Eso es lo que demuestra el uso del genérico masculino para referirnos a todas las personas.
A la búsqueda de la igualdad
Y es que la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres es algo ya muy antiguo, pero aún vigente, ¿por qué? Evidentemente la respuesta a esta pregunta es compleja, y no se debe únicamente al lenguaje, pero también. Si el lenguaje configura pensamiento tenemos la obligación de modificar el uso de éste. Como dice Teresa Meana (filóloga y profesora de lengua y literatura): "Dado que el lenguaje no es un hecho biológico y natural sino una adquisición cultural y todo lo que es cultura es añadido y, por tanto, modificable por la voluntad de las personas, podemos alterarlo ya que al retocar la lengua se retoca la mentalidad y retocando la mentalidad se retoca la conducta". Poco más que añadir, la verdad, es una frase lo suficientemente concreta para que analicemos cuál es nuestra posición para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres.
Existen multitud de guías para comenzar a utilizar un lenguaje mucho más inclusivo y justo, es cuestión de empezar:
- Nombra (1995). Instituto de la Mujer. Madrid.
- Guía de comunicación no sexista (2011). Instituto Cervantes.
- Guía para un uso no sexista de la lengua (2019). Universidad Autónoma de Madrid.
- Teresa Meana (2008). Porque las palabras no se las lleva el viento. Valencia. Ayuntamiento de Quart de Poblet.