Las mujeres de todo el mundo hemos nacido y después hemos sido educadas, como si siempre nos estuvieran juzgando y mirando. Como si tuviésemos que lucir de determinada manera para gustar, comportarnos de otra para pertenecer al modelo establecido, ¿por quién? Y es que mujer y belleza son una asociación eterna que nos coloca en la situación de tener que estar y ser para los ojos de los demás. 

Me gustaría recomendaros un documental sobre la manipulación que poco a poco, muy a fuego lento, se ha ido fraguando para conseguir convencernos de que tenemos que modificar nuestro cuerpo y nuestro rostro hacia un modelo que alguien ha pensado que es un modelo de belleza. 

Internet, la televisión y los medios de comunicación, nos proyectan sistemáticamente modelos de belleza femenina que va en contra de la naturaleza, del paso del tiempo, de la belleza real en definitiva. Y nuestras criaturas consumen de forma instantánea estas imágenes que luego comparan delante del espejo para concluir que ellas no son bellas, no son perfectas. Pero es que no son solo nuestras hijas las que consumen sin plantearse dicho modelo, también nosotras asumimos que hay que llegar a ser más delgadas, tener menos arrugas, unos pómulos más pronunciados, unos labios más turgentes... también nosotras, adultas, caemos en la trampa de obligarnos a luchar contra nosotras mismas. Y empezar a consumir cremas, lociones, aparatos... operaciones. Y dejar de consumir comidas que engorden. Y dejar de disfrutar con el paso del tiempo, de la vida.

Las mujeres de todo el mundo estamos siendo utilizadas como un objeto de consumo, presentadoras esbeltas con altas dosis de maquillaje, con un pelo estandarizado, que figuran sólo como elemento decorativo, que alimentan posturas machistas con dicho papel sin darse cuenta de que dentro de esa cabecita hecha a imagen y semejanza de cualquier otra cabecita de cualquier otra presentadora, hay un cerebro que piensa, que siente, que dirige, que también es poderosa. 


Parece que nos hubiésemos acostrumbrado a ver muñecas de plástico y las hubiésemos incorporado a nuestro modelo como "lo realmente bonito". Y esto desencadena sufrimiento en las mujeres corrientes de un mundo corriente que se maquillan en su casa, que se peinan en su casa, que buscan un gimnasio que les haga perder esos kilitos de más cuando en realidad, buscan lucir un cuerpo como el de esas muñecas que no son tan reales. Anuncios de cremas antiarrugas que muestran caras de chicas muy jóvenes que, evidentemente, no tienen arrugas. Cremas anticelulíticas en cuerpos delgados de niñas que no tienen, evidentemente también, celulitis. Mensajes que nos cuentan que todas esas señales están mal en nuestro cuerpo: ni cicatrices, ni estrías, ni arrugas, ni celulitis, ni impurezas de la piel...

Una anécdota: cuando iban a nacer mis hijas gemelas tuvieron que hacerme cesárea, y mientras estaban preparándome en el quirófano, el médico me preguntaba cómo quería la cicatriz. Comenzó a darme un montón de explicaciones sobre las diferentes opciones de cicatrices con una cesárea en un parto gemelar. Yo le dije: "no vivo de mi cuerpo, lo que quiero es que nazcan bien y como sea más seguro". Luzco una cicatriz bastante grande que me divide el vientre en dos mitades de arriba a abajo y que cuando llega el verano pongo al sol. Ni me acuerdo que la tengo, pero de vez en cuando sorprendo a alguien mirando mi cicatriz y preguntándose ¿por qué no le harían una cicatriz horizontal de esas que no se ven? es que es muy fea. A mis hijas les cuento que por ahí nacieron ellas, sanas, a tiempo, y me gusta mostrarla como parte de mi historia y de lo grande que fue ese momento, ¿acaso no es bella?

"La parte de mi cuerpo que más me gusta son mis ojos porque ellos traen la belleza hacia mí."

Diane Keaton

Me gustaría recomendaros que veáis el documental, es de hace algunos años, pero merece la pena.  Y también que se lo enseñéis a vuestras hijas (también a vuestros hijos), a vuestro alumnado, a toda la gente, para que demos la importancia justa a la imagen, para que empecemos a reivindicar, en serio, que belleza es salud, y por tanto requiere unas altas dosis de educación para la salud llegar a estar bella: buena alimentación, ejercicio y mucha risa. Dejemos de taparnos ante las cámaras y mostremos nuestra belleza tal y como es.

Reconocernos en nuestro cuerpo es conocernos

Piensa por un momento cuánto hace que no te miras al espejo con la intención de conocerte sin juzgarte. Piensa cuántas veces has mirado el lugar de tu cuerpo que te hace torcer el gesto y pensar que no eres perfecta. Y ahora intenta mirarte y reconocerte, no en la imperfección si no en la totalidad de tu ser. El primer paso para empezar a conocernos pasa por sentir nuestra propia belleza, esa que alberga toda nuestra esencia, sin clichés, sin moldes, tan solo la tuya única y plena. Mirarnos a nosotras mismas para no estar pendientes de las miradas de los demás.